I. AMORES DE CALISTO Y MELIBEA
Aucto primero
Primer encuentro de Calisto y Melibea. Calisto le declara su amor
CALISTO. En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA. ¿En qué, Calisto?
CALISTO. En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotasse, e fazer a mi
inmérito, tanta merced que verte alcançasse, y en tan conueniente lugar, que mi secreto
dolor manifestarte pudiesse. Sin dubda, incomparablemente es mayor tal galardón que
el seruicio, sacrificio, deuoción e obras pías que por este lugar alcançar yo tengo a Dios
offrescido. ¿Quién vido en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre como agora
el mío? Por cierto, los gloriosos santos que se deleytan en la visión diuina, no gozan
más que yo agora en el acatamiento tuyo. Mas, ¡o triste!, que en esto deferimos, que
ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienauenturança, e yo misto me
alegro con recelo del esquiuo tormento que tu absencia me ha de causar.
MELIBEA. ¿Por gran premio tienes éste, Calisto?
CALISTO. Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diesse en el cielo la silla sobre
sus santos, no lo ternía por tanta felicidad.
MELIBEA. Pues, avn más ygual galardón te daré yo, si perseueras.
CALISTO. ¡O bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra auéys
oýdo!
MELIBEA. Más desuenturadas de que me acabes de oýr, porque la paga será tan fiera
qual meresce tu loco atreuimiento, e el intento de tus palabras ha seýdo: ¿cómo de
ingenio de tal hombre como tú, auer de salir para se perder en la virtud de tal mujer
como yo? Uete, uete de ay, torpe, que no puede mi paciencia tolerar que aya subido en
coraçón humano conmigo en ilícito amor comunicar su deleyte.
CALISTO. Yré como aquel contra quien solamente la aduersa Fortuna pone su estudio
con odio cruel.
miércoles, 28 de enero de 2009
Muerte de la celestina
SEMPRONIO. ¡Oh vieja avarienta, garganta muerta de sed por dinero! ¿No serás contenta con la tercia parte de lo ganado?
CELESTINA. ¿Qué tercia parte? ¡Vete con Dios de mi casa tú, y esotro no dé voces, no allegue (1) la vecindad! No me hagáis salir de seso (2), no queráis que salgan a plaza las cosas de Calisto y vuestras.
SEMPRONIO. ¡Da voces o gritos, que tú complirás (3) lo que prometiste o complirás hoy tus días!
ELICIA. ¡Mete, por Dios, el espada! ¡Tenle, Pármeno, tenle! ¡No la mate ese desvariado!
CELESTINA. ¡Justicia, justicia, señores vecinos; justicia, que me matan en mi casa estos rufianes!
SEMPRONIO. ¿Rufianes o qué? Esperad, doña hechicera, que yo te haré ir al infierno con cartas (4).
CELESTINA. ¡Ay, que me ha muerto, ay, ay! ¡Confesión, confesión!
PÁRMENO. ¡Dale, dale; acábala, pues comenzaste! ¡Que nos sentirán (5)! ¡Muera, muera; de los enemigos, los menos!
CELESTINA. ¿Qué tercia parte? ¡Vete con Dios de mi casa tú, y esotro no dé voces, no allegue (1) la vecindad! No me hagáis salir de seso (2), no queráis que salgan a plaza las cosas de Calisto y vuestras.
SEMPRONIO. ¡Da voces o gritos, que tú complirás (3) lo que prometiste o complirás hoy tus días!
ELICIA. ¡Mete, por Dios, el espada! ¡Tenle, Pármeno, tenle! ¡No la mate ese desvariado!
CELESTINA. ¡Justicia, justicia, señores vecinos; justicia, que me matan en mi casa estos rufianes!
SEMPRONIO. ¿Rufianes o qué? Esperad, doña hechicera, que yo te haré ir al infierno con cartas (4).
CELESTINA. ¡Ay, que me ha muerto, ay, ay! ¡Confesión, confesión!
PÁRMENO. ¡Dale, dale; acábala, pues comenzaste! ¡Que nos sentirán (5)! ¡Muera, muera; de los enemigos, los menos!
martes, 27 de enero de 2009
EL FRAGMENTO del encuentro cn el escudero
Un escudero, representa a las falsas apariencias. Este amo quería aparentar ser más rico que en lo que en realidad era. Este amo depende de Lázaro para sobrevivir, pues el muchacho es quien consigue la comida. De todas las deudas acumuladas, al escudero le han de embargar todo. Es entonces cuando este amo desaparece y abandona a Lázaro.
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